Y tanto que es raro. Pero vamos, no me jodas, ya sabías cómo iba a acabar todo esto.
Es raro porque hace una semana estaba durmiendo en tu espalda y besándote en cada descuido. Raro, porque dos semanas antes nos preguntábamos qué había sido del tiempo entre nuestros besos y por qué se acabó. Es raro porque viniste sin querer, nos desnudamos sin dejar de mirar y hoy apenas hablamos. Y precisamente lo raro es que siga siendo raro. Si al final es lo de siempre.
Lo de siempre o lo de nunca más.
Lo de siempre porque matas todo con un «no sé». Lo de nunca más porque apenas hablamos.