Y así es como pasan las noches desnudas para ti, mientras yo me dejo la sangre intentando romper el muro a cabezazos. Ese muro que un día levantaron mis errores o mi gran despropósito. Mientras arden las finas cuerdas que me sostienen a la luz de una vela podrida pero que aún huele a las cosas buenas que nos vio. Mientras me arde la garganta de gritar el silencio que me rodea y deja que pase el whisky sin hacer ruido, como cuando te vas de puntillas. Mientras tú te quitas la ropa en otra ciudad, en otra cama y te aferras al calor de otro cuerpo.
Y mientras tanto, yo juego a vestir el futuro con los restos del pasado. Con todo. Con las cosas que debieron y las que no debieron pasar. Con todas las veces que me cortaste la respiración en la cama metiéndome la lengua hasta el fondo. Y las veces que te pedí que no te fueras tan pronto. Con los besos, las miradas, con las risas apagadas. Con tu forma de dormir y acercarme tus nalgas. Con mi forma de despertar, encima de ti, duro como nunca y con las ganas de siempre de atravesar todos nuestros pecados una vez más mientras me tienes entre tus piernas.
—Te tengo que dejar.
—Ahora que viene la mejor parte…