Recuerdo el día en que por fin lo tenías claro. Y también recuerdo que llegaste tarde.
Me bajé del tren con esa mochila que me acompañaba a casi todas partes y cuyo lazo de viajero estaba descolorido pero se mantenía fuerte. No como mi estómago, que estaba hecho trizas por la cantidad de veces que tuvo que digerir mis pensamientos por el camino. Te recordaba indigesta, pero no tanto. Y no siempre.
Seguí las indicaciones hacia el metro con los auriculares metidos a presión en mis oídos, de tal modo que ya se me hacía imposible escucharme. No me soportaba más. Se había hecho algo tarde pero aún me esperabas para comer. Imaginaba esa comida tan incómoda que recé por perderme entre las cuadradas líneas del metro de la ciudad. Desafortunadamente, me sabía el camino de memoria y mis pies parecían los de otro que tuviera incluso ganas de abrazarte. Nunca me puse de acuerdo en nada.
Y allí estabas, de pie, en forma de silueta gris de ciudad, a contraluz, esperándome. Maldita sea, ¿por qué tenías que sonreír? No me abraces, no lo hagas, ahora no. No sé qué me pasa; es sólo que… no sé. Vamos a comer algo, donde sea.
No me gusta cómo eres. Ni siquiera me conoces ya. O a lo mejor sólo estoy cabreado y me apetece joderte más con cada comentario. Yo qué sé. Pero lo cierto es que las palabras me salen solas y ni un solo gesto de cariño. De cariño melancólico tal vez, pero de hoy nada. Tal como imaginé: la comida estaba resultando horrible. Tus ojos estaban a punto de desplomarse sobre tus labios si hubiera seguido hablando. Y lo cierto es que cada palabra me hacía casi el mismo daño a mí que a ti. Era una conversación de locos, un reencuentro a destiempo. Un recuerdo del amor desmedido mal medido y fuera de lugar. Y le sobraba corazón por todas partes.
Estaba escrito en algún lugar que esa noche dormiría contigo. Pero deshice todas las promesas con mi ausencia. Maté toda posibilidad de volver a quererte con frases de cuando no me querías. O de cuando me querías solo a ratos. Frases de cuando no mirabas. Frases de cuando te acostabas con otro.
Maté toda posibilidad de volver a quererte del mismo modo en que tú mataste todo lo demás: vacío, gris, como si jamás te hubiera conocido. Como si supiera que jamás llegaría tarde porque esto sería para siempre.
impresionante…