Habíamos pasado del vino y la lámpara al ron y las velas. De la mesa a la cama y de la cama al suelo, colchón y cojines incluidos. Habíamos pasado de la ropa a los pijamas y de ellos a no llevar nada. Pasamos de nuestros labios a los vasos y de los vasos de nuevo a las bocas. Dejamos de mordernos para abrazarnos, dejamos de movernos para llorar. Y paramos el tiempo. Nos volvimos a mirar entre lágrimas y alcohol, con el pulso acelerado. Mis manos en tu cintura, las tuyas en mi cara. Y pasamos de mirarnos a mordernos de nuevo y de no llevar nada a llevarnos el uno al otro. Y llorando, hicimos el amor hasta quedarnos dormidos entre las velas y el aire frío que entraba por debajo de la puerta.
Alguna vez me pasó algo parecido.