Es como la noche en la que me perdiste del todo. La misma en la que me tuviste también. Aquélla en la que quisiste que te pasara a recoger, como siempre. Ésa en la que tardaste en bajar y llevabas el mismo perfume de siempre. Aquélla en la que todo era como siempre, ese lugar en el que nunca pasa el tiempo. Tal cual.
Fue la misma noche en la que nos dio por perdernos en un pasado que nunca había sido tan presente. Nos perdimos, también, por las calles, por las carreteras oscuras y por los sillones de un bar montado en el salón de una casa cualquiera. Nos lanzamos silencios compartiendo bebidas. Hacía tiempo que no estabas tan cómoda. Esa noche brillabas como si fuera un 30 de agosto.
Y a medida que el tiempo pasaba y nos cambiábamos de un sitio a otro, se complicaba eso de mantener las distancias. Estaba escrito, principalmente por los mojitos y los recuerdos. Dejamos la habitación a un lado y nos perdimos el uno en el otro. Y tus labios seguían allí, como siempre. Y me tuviste, otra vez.
El bar tenía que cerrar y la trampa en la que nos metimos se trasladó a mi coche. Por aquel entonces, ya nos habíamos casado un par de veces con un anillo improvisado. Y que conste que fue idea tuya. Allí, el silencio, los besos y la música fueron nuestra mejor conversación. Y lo que nos faltaba por decir lo hicimos con los ojos. Miento, también se nos escaparon algunas palabras prohibidas al oído. Qué desastre. Acabaste durmiendo con tu cabeza sobre mi pecho, tratando de descifrar mis latidos, al tiempo que me adueñaba de tu pelo y de todas las estrellas que podía ver a través de la ventana. De todas, menos de ti.
Y sonó tu teléfono. Despertaste y nos fuimos. Por el camino, todo seguía como siempre. La carretera seguía oscura, tú no dejabas de mirarme y mi mano se enamoró de tu rodilla.
—Estoy harto de echarte de menos.
—Y yo.
Sí, pero no. Viniste, me besaste y te fuiste, otra vez. Era la tercera, o la cuarta, qué se yo. Pero esta vez no me dio pena, ni rabia. Simplemente me dio igual. Y fue entonces cuando supe que me habías perdido justo a punto de tenerme.